jueves, 19 de abril de 2012

INDIA: ¡¡¡Y POR FIN VIMOS AL TIGRE DE BENGALA!!!



No quisiéramos caer en los tópicos al hablar de India, pero es casi inevitable describirla como colorida, calurosa (40º-45º), ruidosa, aglutinadora, picante, fotogénica, timadora y muy sucia y mal oliente. No obstante, con sus cosas buenas y no tan buenas, es un país digno de ver, si más no, para luego apreciar mejor nuestro orden y pulcritud (absténganse de ir los escrupulosos J).

AMRITSAR



El primer lugar que visitamos fue Amritsar con su maravilloso Templo Dorado, que es el santuario más sagrado de la religión sijista. Hasta la fecha no teníamos ni idea de esa religión, de sus seguidores ni sus tradiciones, pero es lo que tiene viajar: que aprendes sin estudiar. Los hombres sijistas son muy fáciles de reconocer porque son los que llevan un turbante en la cabeza y siempre llevan barbas largas. Previamente a nuestro viaje, si hubiéramos visto alguna de estas personas, habríamos dicho que son musulmanas o simplemente indias en general. Tendemos a pensar que los que llevan turbante son todos indios y sin embargo, la mayoría, que son induístas, no llevan nada que les caracterice. Es verdad que los indios de la zona del Rajastán también llevan turbante, pero se lo enrollan de manera claramente diferente a los sijistas y fácilmente distinguible. Carai cómo entendemos de turbantes, eh? Jaja! Por nuestra experiencia allí, los sijistas nos han parecido, en general, personas muy amables, sociables y mucho más civilizadas que el resto de los mortales en India, los cuales se caracterizan por su espíritu estafador.




Para entrar al Templo Dorado todo el mundo tiene que cubrirse la cabeza y descalzarse. Los zapatos no son bien recibidos ni dentro de la mochila, hay que quitárselos en unas consignas que hay cerca del templo y andar hasta él unos 100 metros descalzo por las “agradables” calles de la India como un local más. Allí los sacerdotes entonan sin interrupción un cántico del libro sagrado sij. El recinto tiene un comedor comunitario gratuito, que es un elemento inherente a todos los templos sijs como símbolo de la unidad entre todas las religiones, creencias y nacionalidades, donde preparan comida vegetariana para unos 60.000-80.000 peregrinos al día. Te invitan a que te unas al gentío y a comer con ellos en el suelo, una experiencia que no dejamos desaprovechar. Al acabar puedes dejar un donativo o simplemente ayudarles a lavar los miles de platos, nosotros por razones de tiempo, nos limitamos al donativo. El recinto también tiene dormitorios colectivos para peregrinos, pero lo cierto es que si visitas el templo por la noche, éste está repleto de gente durmiendo en el suelo debajo de las columnatas.





Entre el resto de lugares que vimos en Amritsar, podríamos destacar el curioso Templo de Mata. El recorrido por él se compone de túneles bajos por los que te tienes que arrodillar para pasar, cursos de agua hasta los tobillos y cuevas que conducen al altar mayor. A este templo acuden las mujeres que quieren quedarse embarazadas para rezarle a una santa con gafas del siglo XX (aaah! quien sabe si en unos años la santa con gafas nos ofrece un periquillo o periquilla, jaja!).



A pocos quilómetros de Amritsar, en la frontera con Pakistán, asistimos al cierre de ambas fronteras donde miembros de los ejércitos indio y pakistaní protagonizaron 30 minutos de puro teatro de desfile, arriado de banderas y cierre de la valla que separa ambos países. Una auténtica pantomima innecesaria de visitar.



DELHI


De Amritsar a Delhi (unas 8 horas) fuimos en un bus nocturno con literas para supuestamente dormir, pero fue imposible con tanto bache en la carretera. En una ocasión todo el cuerpo tumbado se elevó unos 10 centímetros y en todo momento teníamos que estar cerrando las ventanas que se abrían por los baches. El autobús hizo un par de paradas a lo largo de la autovía para “ir al baño”. Lo de ir al baño es una expresión porque había que orinar en el arcén delante de todos y…ancha es Castilla!



En Delhi no hay nada especialmente destacable, no obstante visitamos entre otros, su fuerte rojo, la mezquita del Jama Masjid y la sorprendente tumba de Humayun (con arquitectura muy parecida al Taj Mahal).


Al igual que en Nepal, la comida india es muy vegetariana (a parte de picante). La carne casi se limita al pollo y como mucho al cordero (entre otros porque al ser las vacas sagradas, no las comen, y suponemos que también porque la verdura es mucho más barata). Tanto es así, que en los poquísimos McDonald que hay en Delhi (y prácticamente inexistentes en el resto del país) sólo ofrecen hamburguesas vegetales o de pollo. Vaya, ideal para nosotros que somos carnívoros natos y que odiamos todo lo que es verde! Así que en busca de un poco de carne, fuimos a dar con un restaurante mongol donde degustamos su comida mongola, muy basada en carne al estilo de nuestro guisado y parrillada.


AGRA


De Delhi a Agra nos separaron en tren unas 3 horas. Y allí, nos esperaba el majestuoso Taj Mahal! Patrimonio Mundial y considerada una de las obras más bellas del mundo, fue construido por el emperador Sha Yahan en memoria de su segunda esposa, quien murió al alumbrar a su 14º hijo. Es por ello que también es una de las mayores muestras de amor. Ella era indú, pero el emperador era musulmán, por lo que resulta curioso que con los centenares de concubinas de las que gozaba, estuviera tan súmamente enamorado de su segunda mujer.



Al principio nos daba un poco de pena el trágico final del emperador, ya que fue destronado por su propio hijo, confinado en el fuerte de Agra y por el resto de su vida sólo pudo contemplar su creación desde la ventana del fuerte. Pero cuando estuvimos en el fuerte y vimos la zona reservada para él y nos informaron de que gozaba de bastantes privilegios como danzas de mujeres sólo para él (y seguro que también concubinas), cambió un poco nuestra idea sobre la historia. ¡No lo pasaba tan mal! Cuando murió fue enterrado junto a la tumba de su mujer en el Taj Mahal y allí perecen los dos.



Nuestra entrada al Taj Mahal fue un poco anecdótica porque llevábamos en la mochila el pañuelo naranja que le dieron a Óscar en el Templo Dorado para cubrirse la cabeza y en el control de la puerta nos dijeron que con él no podíamos pasar porque ese pañuelo representaba a otra religión (lo cual de entrada es bastante xenófobo o al menos excluyente, pero bueno). Aquello era un poco surrealista porque era un simple pañuelo, que de no haber llevado escrito “Golden Temple”, no habría pasado nada. Pero para más ‘inri’, cuando ello aconteció a nuestro lado había un sijista y se molestó muchísimo, como es lógico y normal, ya que es un insulto para ellos. Todo era incoherente porque, sin embargo, a los sijistas no les hacen quitarse el turbante, en fin… que dejamos fuera el pañuelo y punto.


Es verdad que es impresionante y precioso, pero oyes tanto, lees tanto en la guía y tienes tantas expectativas de dicho monumento que al final cuando lo ves, no es que decepcione (que es difícil de decepcionar), pero a nosotros se nos quedó una sensación como de que esperábamos aun más de él. Concretamente pensábamos que iba a ser aun más grande de lo que ya es y con un blanco brillante inmaculado del que no goza de cerca. No obstante, es precioso.


Lo hemos visto desde todas sus perspectivas posibles: desde dentro, desde el fuerte (hasta desde la ventana desde la cual el emperador observaba su obra), desde el parque que hay a sus espaldas, en barca al atardecer desde el río Yamuna que está detrás suyo, desde la terraza-restaurante del hostal donde nos alojamos…



A pesar de que el plato fuerte de Agra es el Taj Mahal, también visitamos, como ya hemos dicho, su fuerte y otros mausoleos, entre ellos el bautizado como el Baby Taj.




KHAJURAHO


De Agra a Khajuraho (unas 8-9 horas) fuimos en tren litera. Era la primera vez que íbamos en un tren litera, pero hay que reconocer que nos encantan: son un gran invento para las distancias largas. A parte de que se duerme bastante bien (no como en el autobús), se economiza mucho en tiempo y en dinero, ya que mientras duermes (y te ahorras una noche en un hostal), te estás trasladando. En total duermes y te trasladas por unos 5-7 euros. Y cuando llegas de mañana al nuevo destino, estás para debutar.




Khajuraho es famosa por sus templos con esculturas eróticas del Kamasutra, que son Patrimonio de la Humanidad. Lo de eróticas es un eufemismo porque algunas bien podrían ser porno del duro. Algunas figuras hasta se tapan avergonzadas los ojos con las manos. Generalmente se trata de parejas de hombres y mujeres en poses eróticas, pero hay orgías con tríos, cuartetos… e incluso una muy famosa en la que un caballero intenta “relacionarse” con un caballo. Algunas poses son acrobáticas e incluso desafían a la anatomía humana. Cachondillos los que los hicieron, eh?! J





PARQUE NACIONAL DE BANDHAVGARH


En la guía de la Lonely Planet ni siquiera lo ponía como una de las cosas importantes a visitar en India, y a penas le dedica una hoja, pero lo cierto es que se ha convertido en lo mejor de nuestro viaje a la India. Entre la frondísima guía, fue casi casualidad que leyéramos sobre este parque. Las largas horas en trayectos daban para leer mucho y fue así como dimos con las palabras mágicas con que se iniciaba el apartado sobre este parque: “Si la única razón para visitar un parque nacional en India es ver un tigre, este es el sitio apropiado. Pasar un día aquí realizando un safari de mañana y tarde, prácticamente garantiza ver un tigre en esta reserva relativamente pequeña, pero con la mayor densidad de población de tigres de India”. ¡No nos digáis más! Y allá que nos fuimos a pesar de que para llegar a dicho parque había muy mala combinación de medios de transporte, por lo que decidimos coger un taxi (unas 4-5 horas).


Nada más llegar, nuestros vecinos de habitación, unos ingleses, nos contaron que ellos esa mañana habían hecho un safari y que no habían tenido suerte, que se habían tenido que conformar con ver las huellas. Al día siguiente hicimos un safari por la mañana con los ingleses y con una pareja brasileña con los que aun mantenemos el contacto. Y na de na. Los ingleses nos habían gafado, jaja! Así que por la tarde salimos de nuevo en busca de tigres con los brasileños y una alemana viciada a los safaris (solamente en ese parque había hecho ya 22 safaris, y en casi todos había visto tigres). Los ingleses se dieron por vencidos. Está claro que no es fácil avistarlos, pero si tampoco se es persistente… Teníamos previsto irnos hacia nuestro siguiente destino después de ese safari, pero como tampoco hubo suerte, decidimos pasar otra noche allí y volverlo a intentar a la mañana siguiente y ya con lo que fuera irnos definitivamente.



En el Jeep íbamos con los brasileños y con unos catalanes muy simpáticos (padre e hija). Llevábamos desde las 6 de la mañana en el Jeep, eran las 9:45 e íbamos de camino a la salida del parque porque tan sólo quedaban 15 minutos para el cierre de las puertas. Ya ninguno de los 6 íbamos pensando ni en el tigre ni en nada parecido. Todas nuestras posibilidades se habían esfumado, sobre todo porque era más fácil avistarlos a primeras horas de la mañana. Y en eso que vimos en el camino un grupo de Jeeps mirando hacia la maleza. ¡¡¡Allí estaba!!! La euforia fue la misma que cuando tu equipo de fútbol va perdiendo y marca el gol de la victoria en el minuto de descuento.



Primeramente vimos su sombra por detrás de unos arbustos y a continuación salió de ellos y se sentó delante nuestro a unos 50 metros. Con eso ya nos habríamos conformado de sobra. Pero nuestra sorpresa fue que de repente se levanto y empezó a andar lentamente hacia nosotros. Lo tuvimos justo delante del Jeep, a tan sólo 3 metros. ¡Asombroso! ¡Era precioso-precioso! Las rayas de la cara totalmente simétricas…sencillamente espectacular! Disfrutad del momento:




VARANASI:


De Bandhavgarh National Park fuimos hasta Satna (unas 4 horas en taxi) para coger allí un tren que nos llevara a Varanasi (10 horas). Como los catalanes también iban hacia allí, compartimos el taxi, el día y una aventurilla graciosa que nos pasó en el tren.


Resulta que el catalán compró los billetes de los 4 y poco antes de subir al tren nos dimos cuenta de que no había comprado plazas para el vagón con literas, sino que había comprado 4 billetes para el vagón de segunda clase. En el vagón de segunda clase todo el mundo va de pie y apretujado como en las Mascletás hasta el punto de salirse por la puerta; vaya, como ganado. Y si fuera un trayecto de 1 o 2 horas, pues aun, pero era un trayecto de 10 horas! No es que fuéramos clasistas, pero señores, teníamos un problema: nos esperaban 10 horas de pie apretujados y sudando la gota gorda.



Esperando al tren, un local nos comentó que al revisor, se le podían comprar, a veces, sitios o literas que le quedaran libres. Total, que allá que nos metimos los 4 con el peor billete posible en el mejor vagón posible en busca del revisor. Encontramos sitio y allí que nos acoplamos. Echamos la cortina roja que separaba la zona de literas de la del pasillo y parecía que estábamos allí de incógnito. Llevábamos un cachondeo de muerte porque allí cada vez venía uno y pasaba algo. El catalán llamando al limpiador “Mr. Cleaner!”, aquel que nos traía sábanas y mantas, dos indios sentados con nosotros que se pusieron a comer de un taper gigante y ya para el remate nos abre bruscamente la cortina el revisor y los 4 como polluelos y casi pestañeando le pedimos por favor unos billetes de litera. Estábamos que nos moríamos de la risa. Y sin ningún problema nos vendió nuevos billetes y dormimos como lirones. Pasamos de 0 a 100 como si nada. J




Mira que la India en general es sucia, pues Varanasi es la ciudad más sucia y mal oliente de todas las que hemos visitado en la India, que ya es decir. No obstante ver todo lo que acontece a orillas de su sagrado río Ganges (Ganga, como lo llaman ellos), no tiene precio.




Continuamente están incinerando personas muertas. Es imposible ir y no verlo. Te llegas a plantear que de donde sacan a tantos muertos, pero es normal si tenemos en cuenta que todos los hindúes quieren ser incinerados allí en el Ganges y que desde todas partes de la India va gente a punto de morir a las residencias de acogida para este fin. A todas horas irrumpen en tu camino por las callejuelas familiares que llevan al fallecido a hombros en literas hechas con bambú en dirección al río. Los muertos siempre van cubiertos de telas bastante coloridas, normalmente rojas con una especie de guirnaldas doradas. Primero lo mojan en el Ganges y luego lo incineran en la orilla. La parte superior de los “ghats” (escalinatas que bajan hasta la orilla del río) está llena de montones de leña. Cada tronco se pesa cuidadosamente en unas balanzas para calcular el precio de la incineración. Cada tipo de madera tiene un precio y calcular la cantidad exacta de madera para incinerar completamente el cuerpo es todo un arte. Hay gente que pide dinero para poder pagarse la madera para su incineración.





Sólo hay 5 tipos de personas a los que no se les incinera: los niños, las embarazadas, los sacerdotes, los “sadhus” y los fallecidos por picadura de cobra. A estas personas en lugar de incinerarlas, las hunden en el Ganges con rocas pesadas, de manera que el fondo del Ganges está lleno de muertos, que sirven de comida a los peces que sobreviven a la contaminación de dicho río.




Pero a parte de incineraciones, a orillas del Ganges pasa de todo. Se puede apreciar a gente bañándose, lavándose los dientes, bebiendo agua, lavando la ropa, haciendo yoga… e incluso hacer todo eso al lado de unos bueyes que sofocan el calor dentro del agua.




Según nos contaba el barquero que nos dio un paseo al amanecer por el Ganges, mucha gente hindú se lleva agua del Ganges en pequeñas botellas para dársela a beber a un familiar cuando está enfermo para que supuestamente se mejore, ya que es agua sagrada. Eso en nuestro pueblo se llamaría eutanasia, jaja! Si nosotros la bebiéramos cogeríamos de todo, pero ellos están inmunes a todo. Según decía en la guía, un agua apta para el baño debería tener menos de 500 bacterias coniformes fecales por litro y las muestras tomadas en esta parte del río (en el tramo del Ganges que pasa por Varanasi) tienen nada más y nada menos que 1’5 millones. El río está tan contaminado que el agua es séptica: no contiene oxígeno.





Una muestra anecdótica y simbólica, pero real, de la suciedad e insalubridad de esta ciudad fue que nos cayera en la mesa donde íbamos a comer un pedazo de mierda seca como consecuencia del viento que se giró por una esporádica tormenta. No sabemos de donde salió, pero el viento nos lo regaló. Y pensábamos que la carta del menú estaba mugrienta… Eso sin contar que el primer día desayunamos entre cenizas, no precisamente provenientes de las Fallas J.



REGIÓN DEL RAJASTÁN:


De Varanasi fuimos en tren litera hasta Delhi (unas 14 horas) para coger desde allí otro tren hasta Udaipur (otras 12 horas). La zona del Rajastán es tierra de desiertos, caravanas de camellos y joyas.



Udaipur:


En Udaipur, entre otros, visitamos su Palacio de la Ciudad, vimos un museo con muchas marionetas características de la zona del rajastán y donde se encuentra el turbante más grande del mundo, dimos un paseo en barca al atardecer por su famoso lago Pichola y por la noche asistimos a un espectáculo de danza rajastaní, que superó con creces nuestras expectativas sobre el mismo.




Chittorgarh:


En Chittorgarh (a unas 2 horas en autobús desde Udaipur) visitamos su grandioso fuerte, donde se encuentran todos los templos y puntos de interés. Desde las murallas se podía observar allá abajo la ciudad toda pintada de azul. Aquí se encuentra uno de los símbolos de la India: la torre Victoria. Tuvimos ocasión de vestirnos con los trajes típicos rajastaníes y hacernos unas fotos muy chulas.





Jaipur:


A Jaipur se le conoce también como la ciudad rosa porque un marajá la hizo pintar de este color (color asociado a la hospitalidad). Allí entramos a su famoso Hawa Mahal, que es el lugar más emblemático de la ciudad y uno de los símbolo del Rajastán. Se trata de un edificio de arenisca rosa de cinco plantas delicadamente apanalado. También subimos a su famoso alminar y visitamos el Jantar Mantar, que es un observatorio gigante al aire libre de donde cabe destacar su gigantesco reloj de sol de 27 metros de altura que proyecta una sobra de 4 metros por hora.



Y de Jaipur volvimos a Delhi (unas 7 horas en bus) para coger el vuelo de retorno a Kathmandú (Nepal).


La India es un país bastante barato para visitar (aunque no tan súmamente barato como Nepal), pero su insalubridad la hace bastante repugnante en algunos momentos. Los baños, a veces, no tienen ni agujero¨; tienes que hacer lo que tengas que hacer sobre el suelo directamente y allí se queda. Lo malo es cuando todos ellos ya llevan regalo. Y contener la respiración funciona durante unos segundos, luego tienes que pegar bocanada de aire pestilento a más no poder.




La India está llena de vacas por todas partes y con ellas sus caquitas. Y cuando decimos por todas partes, es en todas partes. Hasta en la estación cuando estás en el andén esperando el tren, en las propias vías, en medio de la autopista, por todos lados. Se mezclan entre la gente, los coches y el mobiliario urbanístico. Y como son sagradas, todo el mundo las respeta y deja que hagan y vayan por donde quieran. (Por cierto, las vacas tampoco se incineran, se las deja tranquilas donde hayan muerto). Las vacas de la India son distintas a las que habíamos visto hasta la fecha: suelen ser blancas con una chepa. ¿Y queréis saber lo que hacen con sus cacas? Las recogen con la mano (cuando están aun calentitas y blanditas), las juntan y las moldean a modo de “pizzas” (por la forma) y las ponen a secar en el suelo o pegadas en una pared. Cuando están secas las utilizan como combustible para cocinar. También las utilizan a veces para hacer tejas.







Los vestidos de las indias son, en general, muy bonitos y con mucho colorido.



Un aspecto que nos ha sorprendido mucho es que todos los indios te miran como algo súper extraño, como si en su vida hubieran visto a una persona de otro país. Te llegas a preguntar que qué tienes de especial que les sorprende tantísimo. Ya nos lo había comentado una amiga, pero no pensábamos que fuera tan súmamente exagerado. Tan extraños les pareces que muchos te piden hacerse una foto contigo con su cámara o su móvil. Pero lo más extraño, y que nos ha pasado varias veces, es que te piden que les hagas una foto a ellos con tu propia cámara (lo mismo querrán inmortalizarse en nuestras fotos). Y si de normal te sientes observado simplemente por ser extranjero, si encima eres mujer y llevas tirantes o pantalón corto (porque señores, ¡en la India hemos estado a 40º-45º todos los días!) ya ni os contamos. Son muy babosillos. Aunque los mires no retiran la mirada hasta que se sacian y hasta te siguen para hacerte una foto con el móvil.



Sinceramente, nos fuimos de la India con ganas (cosa que hasta la fecha no nos había pasado con ningún país), porque aunque tiene cosas dignas de ver y es un país muy fotogénico, los indios son muy pesados, insistentes y continuamente intentan estafarte con todo. Nosotros nos fuimos de allí sin que lo consiguieran (que no quiere decir que no lo intentaran), pero para ello tienes que hacer oidos sordos a todo lo que te dicen e ignorarlos totalmente. Puede parecer duro, pero si no es así, le pueden llegar a arruinar el viaje al menos pintado. Conocimos a unas españolas en Khajuraho a quienes les jugaron una mala pasada hasta con la policía por medio.



Su burocracia llega a desesperar. Para cualquier cosa, hasta para coger un tren, tienes que llenar un formulario. Y siempre piden información innecesaria e irrelevante para lo que lo solicitas. ¿Qué sentido tiene que, por ejemplo, para alojarte en un sitio te pidan el nombre de tus padres? Es pedir información por pedirla. Al final, el día que volvíamos para Nepal, cansados de sus memeces en cuestión de papeles, tuvimos un encontronazo con un oficial del aeropuerto.



La primera vez que llegamos a Nepal, pensamos que aquello era un caos por el tráfico, los pitidos, etc. Pero ahora que venimos de la India, la impresión que hemos tenido al ir del aeropuerto a casa ha sido bien distinta. Nos ha parecido todo súper calmado, sin apenas ruido, hemos vuelto a sentir la paz que se respira en Nepal y hemos tenido que cambiar nuestro rol de duros con la gente, porque en Nepal sí que son dignos de hacerles caso, son muy buenas personas y, por lo general, muy nobles. Nada que ver la manera de ser de unos y otros. En Nepal te viene un taxista proponiendo sus servicios, y en cuanto le dices una vez que “no”, se va y no te vuelve a insistir. En la India eso es impensable. Os dejamos con una foto del Himalaya tomada desde el avión.